La mujer sin suerte
Pevas es un pueblo ubicado por el bajo Amazonas, a un día y
medio de Iquitos. Lugar llamativo y muy pintoresco por las situaciones que a
veces presenta: tunchis, lanchas fantasmas, pelacaras, animales extraños y
mucho más. Esta vez la historia no será la misma sino hablaremos de Estela y su
secreto.
Estela tiene veintiún años, tez blanca, lindas caderas, una
cabellera larga y hermosa, y todo lo que
un hombre puede desear. Pero la pobre nunca tiene suerte en el amor, todos
vienen y luego se van, algunos comentaban que hasta Juanito, el brujo habría
gozado de ese lindo cuerpo. La situación era grave y definitivamente tenía que
encontrar su felicidad: marido.
Dicen que la sabiduría está en los ancianos y en su casa la
encontró: la abuelita. Mejor consejo de nadie fue este: Mira llullo tienes
veintiún años y todavía nada de bendiciones, es necesario que tengas un buen
marido que te mantenga y te todo. En este momento búscate a Talico, que vaya al
monte y se consiga una boa, de las
negras y que le extraiga el aceite. Así tendrás marido por siempre. De este
modo terminó la abuela pero olvidó la advertencia.
Trabajo costó encontrar el aceite de boa a Talico pero se
cumplió con el pedido. Estela siguió las indicaciones de la abuela. Esperó la
noche, antes de dormirse untó por todo el cabello el aceitillo, después hizo
unos pequeños ruegos para que la boa atraiga un buen marido. Este proceso
siguió una semana. Muchas felicidades: vino el marido.
Del Putumayo vino el marido, de ocupación maderero, dinero a
chorros tenía y quería con todo su corazón y del bosque a su nueva esposa. Seis
meses fueron felices, el siguiente comenzaron las discusiones, todo se venía
abajo como ventarrón en lo profundo de la selva. A la abuela nada podía
preguntar porque hace dos meses había muerto. No quería perder el marido volvió
a untarse con el aceite que había sobrado y oró con más fuerza y esperanza.
Pesadillas comenzaron a acompañarla por las noches. La vida se
hacía difícil hasta que el marido la dejó. La situación era insostenible, ni el
aceite ni los ruegos volvieron al marido. Y sucedió lo que debía pasar…
Era viernes por la noche, abandonada en su casa, lloraba su
desdicha. El sueño ganó su cuerpo y quedó dormida profundamente. Nadie supo que
pasó, después de dos días. Encontraron a la mujer muerta, asfixiada con su propio cabello. Una anciana gritó: el
espíritu de la boa la mató.
Persona que muere por el espíritu de la boa queda prohibido que
bajo tierra descanse sino el pueblo será maldito. Al agua debe ser arrojada
para que more en las profundidades del río.
El día del entierro muchos la acompañaron, querían ver que
sucedería. Llegaron al río, preparado los cargueros para arrojarla, el tumulto
gritaba: ¡No la boten! ¡Tírenla está con el diablo! ¡Fue una buena persona! En
defensa y en contra el pueblo estaban, hasta que la arrojaron a las profundidades. No muy corto el tiempo
una boa emergió, un gran gemido dio y desapareció. Asombrado sigue hasta hoy el
pueblo de Pevas.
Alberto
Acosta Prada