domingo, 13 de septiembre de 2015

La mujer sin suerte





Pevas es un pueblo ubicado por el bajo Amazonas, a un día y medio de Iquitos. Lugar llamativo y muy pintoresco por las situaciones que a veces presenta: tunchis, lanchas fantasmas, pelacaras, animales extraños y mucho más. Esta vez la historia no será la misma sino hablaremos de Estela y su secreto.

Estela tiene veintiún años, tez blanca, lindas caderas, una cabellera larga y hermosa,  y todo lo que un hombre puede desear. Pero la pobre nunca tiene suerte en el amor, todos vienen y luego se van, algunos comentaban que hasta Juanito, el brujo habría gozado de ese lindo cuerpo. La situación era grave y definitivamente tenía que encontrar su felicidad: marido.

Dicen que la sabiduría está en los ancianos y en su casa la encontró: la abuelita. Mejor consejo de nadie fue este: Mira llullo tienes veintiún años y todavía nada de bendiciones, es necesario que tengas un buen marido que te mantenga y te todo. En este momento búscate a Talico, que vaya al monte y  se consiga una boa, de las negras y que le extraiga el aceite. Así tendrás marido por siempre. De este modo terminó la abuela pero olvidó la advertencia.

Trabajo costó encontrar el aceite de boa a Talico pero se cumplió con el pedido. Estela siguió las indicaciones de la abuela. Esperó la noche, antes de dormirse untó por todo el cabello el aceitillo, después hizo unos pequeños ruegos para que la boa atraiga un buen marido. Este proceso siguió una semana. Muchas felicidades: vino el marido.

Del Putumayo vino el marido, de ocupación maderero, dinero a chorros tenía y quería con todo su corazón y del bosque a su nueva esposa. Seis meses fueron felices, el siguiente comenzaron las discusiones, todo se venía abajo como ventarrón en lo profundo de la selva. A la abuela nada podía preguntar porque hace dos meses había muerto. No quería perder el marido volvió a untarse con el aceite que había sobrado y oró con más fuerza y esperanza.

Pesadillas comenzaron a acompañarla por las noches. La vida se hacía difícil hasta que el marido la dejó. La situación era insostenible, ni el aceite ni los ruegos volvieron al marido. Y sucedió lo que debía pasar…

Era viernes por la noche, abandonada en su casa, lloraba su desdicha. El sueño ganó su cuerpo y quedó dormida profundamente. Nadie supo que pasó, después de dos días. Encontraron a la mujer muerta, asfixiada  con su propio cabello. Una anciana gritó: el espíritu de la boa la mató.

Persona que muere por el espíritu de la boa queda prohibido que bajo tierra descanse sino el pueblo será maldito. Al agua debe ser arrojada para que more en las profundidades del río.

El día del entierro muchos la acompañaron, querían ver que sucedería. Llegaron al río, preparado los cargueros para arrojarla, el tumulto gritaba: ¡No la boten! ¡Tírenla está con el diablo! ¡Fue una buena persona! En defensa y en contra el pueblo estaban, hasta que la arrojaron  a las profundidades. No muy corto el tiempo una boa emergió, un gran gemido dio y desapareció. Asombrado sigue hasta hoy el pueblo de Pevas.

Alberto Acosta Prada

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