CUENTOS REGIONALES VARIADOS DE LA SELVA PERUANA DE ALBERTO ACOSTA PRADA
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Pintura sobre lienzo de Julio Maldonado |
En una comunidad muy cercana a la orilla del río
Nanay se presagiaba entre los vivientes más antiguos que nacería una mujer shipiba
que mediante el poder de las plantas y la luna sanaría a todo mundo que así lo
quisiere, pero que ella no se manifestaría sino hasta ser una mujer adulta.
Pasado los
años y cuando casi nadie recordaba ese viejo presagio nació Irali en plena luna
llena, para sus preocupados padres era la sétima hija mujer. Desde hace tiempo
habían intentado que llegue el hombrecito, pero este nunca llegó. Don Shanti,
el papá deseaba que una mano fuerte le ayude en la chacra y en la caza de los
animales fieros de la selva, pero tenía que conformarse con las manos de puras
mujeres.
Y para mala
suerte su última hija no nació muy bien, desde muy pequeña era sheplequita y flacuchenta.
Por ese motivo, sus padres creyeron que alguna maldición se había posesionado
de la familia Cumari, ya que estos le habían despreciado en el momento de su
nacimiento.
Cuando Irali poco a poco iba creciendo, sus padres se
daban cuenta que no era como las demás niñas de la comunidad y por lo tanto,
era una carga que retrasaba el trabajo en el hogar. Su madre Rogelia siempre la
dejaba en casa encerrada porque ella no ayudaba en nada como si se tratase de
uno de sus animalitos que se encuentra cuando uno va al monte.
Una mañana la
abuelita Remedios, que llegaba de visita viendo a la última hija de los Cumari,
toda mal cuidada, pidió hacerse cargo e intentar curarla de sus males. Y junto
a Atanasio que era un viejo curandero, conocedor de los males que existían en
el cielo y en la tierra y sabía como curarlos, comenzaron a usar las plantas soñadoras
como el toé y otras como la ayahuasca para alucinar para poder ayudar a la niña
que muchos ya decían que era una maldición del supay.
Atanasio era
un anciano que tenía 80 años que también se dedicaba a cuidar una casita del
alcalde de la comunidad donde se guardaba las cosechas de todos los comuneros.
Don Atanasio
cada mañana hacía beber a la niña un preparado de hierbas y raíces para
reforzar ese cuerpecito y de alguna forma se las arreglaba para que Irali siempre
lo acompañase en su trabajo diario. Una noche tuvo un sueño en donde vio que
debía darle una dieta de toé con flores de ayahuasca, cada amanecer en dosis muy
poquitas, y que este preparado debía ser repetido por dos semanas. Según el
curandero ello despertaría el alma de la niña y sanaría ese cuerpo eteco. El último
día de la segunda semana la dosis fue bebida cerca de una quebrada de aguas
negras donde abundaba la liana de ayahuasca.
Cuando el
viejo curandero fue a la quebraba para recoger agua, a su regreso pudo
percatarse que algunos grandes renacos habían cobrado vida y arrastraban a la
niña, pero pasados unos segundos la niña dejaba de ser arrastrada.
Don Atanasio
cogió instintivamente su machete para proteger a Irali, pero los grandes renacos
ya se habían convertido en una gran enredadera de ayahuasca, la más grande que
jamás había visto. La niña parecía casi muerta, estaba como fría y sangraba todo
el cuerpo como si hubiera sido latigueada. Milagrosamente Irali comenzó a
respirar y hablar, Atanasio estaba sorprendido y feliz. Esas malditas lianas
han sanado a esta niña – expresó. Luego le curó las heridas del cuerpo, pero unas
marcas como puntos en la frente le quedarían para toda la vida.
En poco
tiempo, Irali comenzó a caminar, al punto de ser una niña ágil y normal, sus
padres se alegraron y pidieron a Irali que debía regresar a casa. Todo era
perfecto. Muchos de sus sueños eran de presagio, pues si soñaba que alguien de
la aldea moría, esto ocurría en realidad luego de algunos días. Irali se
convirtió en una gran curandera y fue de mucha ayuda para el pueblo.
La lupuna y su princesa
Muchas tribus en la selva amazónica
han encontrado en el árbol de la lupuna secretos increíbles que solo los
conocedores del Jene Nete (la tierra) y el Jokón Nete (mundo del cielo) lo
saben.
Es así que este gran árbol tiene en su base una especie de un gran portal
casi invisible a los ojos de los humanos pero muy perceptible al de los
animales de la selva y que sirve para comunicar otros mundos.
Esto es un pasaje por donde ingresan y salen seres de la mitología de la
selva. Pero últimamente se dice que del árbol de la lupuna sale una linda
princesa representa el espíritu bueno de la lupuna.
Esta princesa cuando una vez salía de la lupuna, como siempre lo hacía, se
ponía a jugar con los venados, huanganas, sajinos hasta cansarse y luego volvía
a ingresar para descansar entre los
recovecos de la lupuna. Pero esta vez un cazador que había salido de noche se
había perdido y temeroso de lo que le podía pasar se acercó a la lupuna e
imploró que le ayudase. La lupuna nunca le respondió y el cazador se quedó
dormido. En ese momento apareció el espíritu de la lupuna y comenzó a dar
vueltas y más vueltas hasta formar como lianas en el cuerpo del joven cazador.
Después como casi enredado y amordazado con las lianas, la princesa lo trasladó
hacia la lupuna y desaparecieron.
En el pueblo se comentaba su
desaparición: había sido tragado por una boa negra gigante, atrapado por el
dueño de las aguas o engañado por algún espíritu malo del monte, pero nadie
daba respuesta clara a su paradero. Entonces sus familiares salían en búsqueda
por las mañanas y las noches pero no daban con su paradero. Muchos ya lo habían
dado por muerto. Entonces un anciano que vivía alejado de la comunidad cerca de
una purma dijo lo siguiente: El joven Antuco había sido llevado por el espíritu
de la lupuna a un lugar inhóspito que solo él lo había visto en sus visiones.
Nadie le creía al anciano porque en
el pueblo lo tenían como un loco. En consecuencia queriendo demostrar que no
era así, salió solo en su búsqueda por la noche. Él caminó por trochas y
matorrales y llegó a un lugar que era alumbrado por luna llena, donde había en
el centro una gran lupuna. En ese momento imploró a las plantas y espíritus
buenos para que pudiera ingresar a la lupuna. No se cansó de hacer muchas
oraciones y la lupuna comenzó a abrirse y brillar lentamente hasta que tragó al anciano.
Dentro era un mundo muy diferente
donde los animales jugueteaban, boas con venados, paujiles con lagartos negros
y paiches con los chinchelejos. Siguiendo el camino se pudo apreciar a la
princesa de la lupuna sentada entre las ramas de un remocaspi acariciando a un
bello mozo que se regocijaba de alegría. Cuando vio acercarse al anciano, el
bello mozo se asustó y rápidamente se puso de pie y comenzó a correr sin un
destino fijo. Entonces el anciano trató de agarrarlo y ambos llegaron a una
puerta oscura desapareciendo.
La princesa lloró desconsoladamente
y los dos hombre lograron escapar. Al día siguiente la comunidad que tenía como
muerto al joven Antuco se sorprendió al saber que estaba vivo y que el anciano
había sido su salvador.
El anciano contó la historia sobre
la lupuna, los pobladores habían quedado muy sorprendidos. Entonces él les dijo
que la lupuna tenía que ser tratada y cuidada muy bien porque si no los
cazadores seguirían siendo atrapados por el espíritu de la lupuna.
Desde aquel día la comunidad comenzó a tener mucha consideración al anciano, a la
lupuna y a todos los árboles que daban sombra y brindaban sus sabrosos frutos.
El curaca Tinaco de la tribu de los shipibos que vivía cerca al caserío
Buena Vista en una de las cuencas del Amazonas, tuvo una noche un sueño muy
extraño, en donde charapas y mata matas le anunciaban que en el caserío, en los
aledaños y en las partes bajas vendría una gran creciente producto de la acción de inesperadas y torrenciales lluvias.
Estas tortugas de la selva le dijeron que huyese a las alturas, con su pueblo
buscando los árboles más fuertes y altos para salvar a su comunidad
Al día siguiente despertó, pero no hizo caso a su sueño. Fue a su chacra
con su personal como lo hacía siempre. Y
entonces el cielo comenzó a nublarse
hasta oscurecerse. Poco a poco las gotas comenzaron a caer del cielo hasta
convertirse en una gran lluvia torrencial.
Todos comenzaron a desesperarse porque veían que sus casas que estaban
cerca de la orilla del río eran arrastradas por la furia de la naturaleza. Los
árboles caían sobre techo de irapay de algunas casas. Algunos pobladores
quedaban aplastados por la caída de los árboles.
En esas circunstancias todo quedó casi oscuro y un fuerte rayo impactó
sobre la tierra y la partió en dos, de donde brotaron chorros de aguas oscuras.
La tierra comenzó a temblar y de lo profundo apareció una fiera: la gran boa
negra, de aproximadamente unos setenta metros, con ojos penetrantes como imanes
y una piel escamosa que resplandecía en esa gran oscuridad.
La boa negra miraba penetrantemente al curaca como reclamándole el por qué
no había anunciado a su pueblo de la gran lluvia torrencial que se avecinaba. Y
como reprendiéndole de su olvido serpenteaba fuertemente tumbando más árboles y
casas. Observando esto el curaca, quien sabía como hacer pactos con la
naturaleza habló en su lengua y pidió perdón a la gran fiera y que se más
benévolo con su pueblo. La boa negra abrió sus fauces y expulsó un líquido
verdoso sobre el suelo y comenzó a serpentear por todo el pueblo hasta dejarlo
desolado y desaparecer en las profundidades del monte.
Lentamente el cielo comenzó a clarear y se podía notar la magnitud de la
desgracia que había sucedido en Buena Vista. Las casas estaban destrozadas, las
lupunas, las caobas, los cedros y las mohenas tumbadas, el suelo estaba
fangoso, y muchos de los pobladores habían desaparecido, arrastrados por el
aguas del río. El curaca Tinaco uno de los sobrevivientes miraba con mucha
tristeza a su alrededor, pero luego divisó que todo el suelo estaba empapado
por un líquido viscoso y verdoso. Sobre ese líquido comenzaron a brotar plantas
y árboles con sus frutos que crecieron rápidamente. Todo era extraordinario y
sobre todo increíble. Los demás comenzaron a llorar de alegría por el milagro
que estaba sucediendo
El curaca llamó a su pueblo y contó sobre el sueño que había tenido la otra
vez. Pidió perdón a su pueblo por lo que había sucedido ya que unas tortugas le
habían anunciado de esta gran desgracia pero el hizo caso omiso de la
advertencia. Entonces vino la gran lluvia torrencial y luego esa gran boa negra
que expulsó ese líquido verde. Pero hoy todo ha cambiado y esa gran fiera nos
dejó gran aviso que debemos creer en los presagios y tenerlos en cuenta ante
cualquier desgracia.
Ese líquido verdoso hizo que el pueblo volviera a creer en la naturaleza, a
cuidarla y protegerla. Desde aquel día el curaca y la comunidad tenían un gran
respeto a la naturaleza, a los reptiles y sobre todo a esa gran boa negra, de
la que nunca se olvidarán que fue el inicio de una nueva forma de vida en ese
bellísimo lugar llamado Buena Vista.
Esta es la
historia de Mañuco, un joven biólogo cuyo trabajo era visitar las comunidades a
lo largo y ancho del río Curaray, a fin de brindar asistencia en proyectos de
acuicultura con los habitantes de esos alejados caseríos.
Cuando él
trabajaba era común que utilizara un bote con su peque peque dirigido por un
amigo que había conocido en sus largas travesías por el río. Este era un
nativo, muy conocedor de los ríos por lo tanto un buen navegante en esas aguas
del caudaloso río Curaray.
En uno de
sus viajes, el biólogo con su fiel amigo recorrían aguas torrentosas y la
embarcación en la que cruzaban el río fue golpeada por un tronco podrido e hizo
que la embarcación se volteara y que los ocupantes perdieran el equilibrio por
el fuerte impacto. El nativo
cayó al agua pero pudo sostenerse en unas ramas que estaban en el río. El
biólogo no tuvo la misma suerte porque cayó al agua y fue rápidamente
arrastrado por las turbias corrientes del gran río.
Por un
momento vio como la embarcación se alejaba de su alcance, su esfuerzo de nadar
contra la corriente era en vano y su instinto por querer salvar su vida hizo
que enfrentase la dura dificultad de seguir manoteando para no ser arrastrado
por la corriente.
Mañuco era
un excelente nadador, porque él había nacido en un pueblito cercano al Nanay y
conocía a lo que se estaba enfrentándose por ello pudo sortear –en un
principio- las olas desiguales y las muyunas que salían a su paso. Su única
esperanza era de salir nadando hacia la ribera más cercana empujado por la
corriente. Para su mala suerte un pedazo de tronco –a modo de proyectil- golpeó
su cabeza y perdió la consciencia, mientras ello ocurría vio que la luz de la
superficie lentamente desaparecía y la oscura profundidad del río comenzaba a
envolverlo. Su vida entera pasó por su mente en segundos, estaba al borde de la
muerte.
Para su
suerte –justo antes de antes de morir- fue salvado por un bufeo que lo condujo
hacia la ribera más próxima, cuando Marco se repuso se percató que se
encontraba semidesnudo acompañado de una linda mujer desnuda de largos cabellos
de color azabache y aroma atrayente. La belleza y encanto de esta joven mujer
lo sedujo por completo e hizo que borrara toda memoria anterior. Marco no
recordaba nada, en su mente todo era mágico, con luces de colores, bosques
maravillosos y animales fantásticos. La mujer delfín lo condujo a las
profundidades de su reino, en donde habitaba una pequeña colonia de bufeos, la
gente de este lugar no hablaba, no tenían necesidad de hacerlo pues se
comunicaban telepáticamente. Marco era el nuevo integrante y había sido
aceptado por todos. Aprendió muy rápido las artes del delfín rosado, se
transformaba en delfín o humano y jugaba con su singular compañera de la cual
se sentía perdidamente enamorado.
En una noche
de luna blanca Marco tuvo un inusual sueño, pues vio que la profundidad del río
lo devoraba y tragaba agua hasta ahogarse, despertó y huyó despavorido del
bosque encantado, su aterrador sueño había hecho que recobrase la memoria y una
vez consciente solo pensaba en huir. En su travesía por pantanos, quebradas y
ríos caudalosos fue consciente de las ventajas de ser delfin, su agilidad y
rapidez era a prueba de toda dificultad, esta vez el gran río marrón no era
caudaloso ni turbio para él, ya que podía nadar velozmente y saltar por sus
aguas y hasta tenía una especie de radar para distinguir –en aguas profundas-
todo a su paso. Antes de abandonar la selva y retornar a la civilización de
hombres se detuvo por un momento recordando a su compañera delfín, a quién
comenzaba a extrañar. Era el momento de tomar la decisión de su vida. Su mente
le impulsaba a avanzar, pero su corazón le impedía hacerlo. Cuando Marco
decidió regresar por ella, es decir al mundo del bufeo rosado, ya no pudo
convertirse en delfín, era solo humano. El hecho de cruzar el gran río marrón
había sido un viaje sin retorno a su naturaleza humana, por más que intentó
nadar desde la orilla todo era en vano.
Cuando
regresó a la ciudad –para todo el mundo era una gran noticia encontrarlo con
vida- sus familiares y amigos hicieron una gran fiesta en su honor. A pesar de
la alegría de los presentes, Marco no podía ocultar su tristeza y nostalgia por
la mujer delfín que lo salvó de una muerte segura. En aquella noche de luna
llena, cuando todos bailaban, bebían o reían, Marco observó que una hermosa
mujer de vestido rosado ingresaba a la fiesta con otras amigas, fue
inmediatamente a su encuentro, no la conocía pero increíblemente tenía un
parecido a su mujer delfín, con cabellos de color azabache y un atrayente
aroma. El flechazo fue inmediato, cuando se saludaron con un beso en la mejilla
ella le dijo al oído: “tu amor me ha llamado”. Marco no la dejaría jamás, ella
sería en adelante su único destino.
Espíritu malo
Una noche, don Regalado antiguo dicharachero y contador de cuentos de las
más asombrosas y mil aventuras que haya
pasado se dirigió a un velorio de las afueras de un pueblito que estaba cerca
de la quebrada Yarapa, un lugar que se caracterizaba en que la mayoría de sus
pobladores eran brujos que se habían enfrentado con los espíritus del agua y de
la tierra y todo que se les oponían en su camino, ellos siempre habían salido
victoriosos.
Después de atravesar oscuras trochas y caminos débilmente iluminados por la luna
llena, iba mapacheando para espantar a algún tunchi si es que se le
acercara. Porque era inevitable por algunos de estos lugares recónditos que por
la pobreza no tenían aún luz eléctrica.
Don Regalado llegó a la casa de los deudos, tomó asiento y, entre café
cargado y traguitos cortos iba contando sus anécdotas y ocurrencias, chistes de
velorios y de todos los colores como se estila en tales ocasiones. Así fue
pasando el tiempo y acercándose ya la media noche.
Ah, caray ya es tarde, yo mejor me voy regresando dice don Regalado a un
nuevo amigo que había conocido en el velorio. Pero el otro le contesta ya muy casha-casha
advirtiéndole que no se vaya por ese naranjal tremendo y oscuro, donde ahí anda el espíritu malo. Eso
no importó a don Regalado, envalentándose de repente a causa del trago -acaso
yo le tengo miedo a ese sinvergüenza- y moviendo teatralmente los brazos se
alejó por el lugar que le habían prohibido ante las miradas inquietas de la
gente. Iba cruzando el naranjal cuando escucha, un silbido: “fin, fiiiiin,
fiiiiiiiiiiiin” y don Pedro echa a
correr y el espíritu le persigue silbando cada vez más fuerte intentando
robarle su alma
Don Regalado, muy atrevido enfrenta al espíritu y en voz alta le dijo: ajá,
tú eres el que me quiere robar, ya te he
dicho que tú no eres nada y no te
tengo miedo por eso te voy a amarrar. Así que don Regalado comenzó a perseguir
al espíritu y éste molesto le dio un soplo. Al día siguiente se sabía en el
pueblo que un foráneo había muerto en el naranjal a causa de una gran
mancharis. Ese era Regalado que por atrevido y por no saber hacer caso había
sido perseguido por el mal espíritu que había robado su alma.
Entonces los pobladores decidieron cobrar
venganza y pasaron la noche por varios días intentando atrapar a ese mal
espíritu que ya desde tiempos anteriores había matado a varias personas.
El jefe del pueblo había dicho que hay que llamar al brujo más antiguo del
pueblo para que con sus poderes se enfrente a ese espíritu y lo aleje o lo
encierre en algún árbol para toda su vida. Así lo hicieron y vino don Atanasio,
conocido como el guerrero del agua. Comenzó haciendo oraciones e invocando a
los espíritus de las plantas para que lo ayudaran. Hecho eso entre la oscuridad
del naranjal se apareció un espectro muy grande, que iba gritando por todas
parte hasta que por fin se hundió por las aguas de la quebrada.
En honor a este hecho el naranjal quedó con el nombre de Regalado. Y
después de esto los niños ya podían jugar sin temor a nada y los cazadores o
algún otro poblador podían pasar por la noche
sin ningún problema
Pero de todas maneras muchas personas no se atrevían pasar por ese lugar
porque según decían estaba embrujado y que había sido invadido por lo brujos
del pueblo que se ponían a hacer sus invocaciones para retar a algún mal
espíritu que se les aparecía en su camino.
Hoy en día el naranjal tiene forma de purma porque
ya nadie va por ese camino y solo los
atrevidos como don Regalado lo hacen.
ALBERTO ACOSTA PRADA
CUENTOS REGIONALES VARIADOS DE LA SELVA PERUANA DE ALBERTO ACOSTA PRADA, QUE OFRECE LA COSMOVISIÓN AMAZÓNICA A TRAVÉS DE LA LITERATURA
ResponderEliminarAmigo, muy interesante las historias q cuentas. Se nota el conocimiento q tenias por conociento previo de esos lugares. Ademas q trabajaste por la zona rural. Realmente eso enriquece a conocer mas otras culturas de las distintas zonas. Felicitaciones. JOHANNA SUZETH TORRES ORELLANA.
ResponderEliminarLindas las historias de las selva peruana....sigue publicando mas historias :)
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