miércoles, 8 de julio de 2015



CUENTOS REGIONALES VARIADOS DE LA SELVA PERUANA DE ALBERTO ACOSTA PRADA


Pintura sobre lienzo de Julio Maldonado

En  una comunidad muy cercana a la orilla del río Nanay se presagiaba entre los vivientes más antiguos que nacería una mujer shipiba que mediante el poder de las plantas y la luna sanaría a todo mundo que así lo quisiere, pero que ella no se manifestaría sino hasta ser una mujer adulta.

Pasado los años y cuando casi nadie recordaba ese viejo presagio nació Irali en plena luna llena, para sus preocupados padres era la sétima hija mujer. Desde hace tiempo habían intentado que llegue el hombrecito, pero este nunca llegó. Don Shanti, el papá deseaba que una mano fuerte le ayude en la chacra y en la caza de los animales fieros de la selva, pero tenía que conformarse con las manos de puras mujeres.

Y para mala suerte su última hija no nació muy bien, desde muy pequeña era sheplequita y flacuchenta. Por ese motivo, sus padres creyeron que alguna maldición se había posesionado de la familia Cumari, ya que estos le habían despreciado en el momento de su nacimiento.

Cuando Irali  poco a poco iba creciendo, sus padres se daban cuenta que no era como las demás niñas de la comunidad y por lo tanto, era una carga que retrasaba el trabajo en el hogar. Su madre Rogelia siempre la dejaba en casa encerrada porque ella no ayudaba en nada como si se tratase de uno de sus animalitos que se encuentra cuando uno va al monte.

Una mañana la abuelita Remedios, que llegaba de visita viendo a la última hija de los Cumari, toda mal cuidada, pidió hacerse cargo e intentar curarla de sus males. Y junto a Atanasio que era un viejo curandero, conocedor de los males que existían en el cielo y en la tierra y sabía como curarlos, comenzaron a usar las plantas soñadoras como el toé y otras como la ayahuasca para alucinar para poder ayudar a la niña que muchos ya decían que era una maldición del supay.
Atanasio era un anciano que tenía 80 años que también se dedicaba a cuidar una casita del alcalde de la comunidad donde se guardaba las cosechas de todos los comuneros.
Don Atanasio cada mañana hacía beber a la niña un preparado de hierbas y raíces para reforzar ese cuerpecito y de alguna forma se las arreglaba para que Irali siempre lo acompañase en su trabajo diario. Una noche tuvo un sueño en donde vio que debía darle una dieta de toé con flores de ayahuasca, cada amanecer en dosis muy poquitas, y que este preparado debía ser repetido por dos semanas. Según el curandero ello despertaría el alma de la niña y sanaría ese cuerpo eteco. El último día de la segunda semana la dosis fue bebida cerca de una quebrada de aguas negras donde abundaba la liana de ayahuasca.
Cuando el viejo curandero fue a la quebraba para recoger agua, a su regreso pudo percatarse que algunos grandes renacos habían cobrado vida y arrastraban a la niña, pero pasados unos segundos la niña dejaba de ser arrastrada.
 
Don Atanasio cogió instintivamente su machete para proteger a Irali, pero los grandes renacos ya se habían convertido en una gran enredadera de ayahuasca, la más grande que jamás había visto. La niña parecía casi muerta, estaba como fría y sangraba todo el cuerpo como si hubiera sido latigueada. Milagrosamente Irali comenzó a respirar y hablar, Atanasio estaba sorprendido y feliz. Esas malditas lianas han sanado a esta niña – expresó. Luego le curó las heridas del cuerpo, pero unas marcas como puntos en la frente le quedarían para toda la vida.

En poco tiempo, Irali comenzó a caminar, al punto de ser una niña ágil y normal, sus padres se alegraron y pidieron a Irali que debía regresar a casa. Todo era perfecto. Muchos de sus sueños eran de presagio, pues si soñaba que alguien de la aldea moría, esto ocurría en realidad luego de algunos días. Irali se convirtió en una gran curandera y fue de mucha ayuda para el pueblo.

La lupuna y su princesa

Muchas tribus en la selva amazónica han encontrado en el árbol de la lupuna secretos increíbles que solo los conocedores del Jene Nete (la tierra) y el Jokón Nete (mundo del cielo) lo saben.

Es así que este gran árbol tiene en su base una especie de un gran portal casi invisible a los ojos de los humanos pero muy perceptible al de los animales de la selva y que sirve para comunicar otros mundos.

Esto es un pasaje por donde ingresan y salen seres de la mitología de la selva. Pero últimamente se dice que del árbol de la lupuna sale una linda princesa  representa el espíritu bueno de la lupuna.

Esta princesa cuando una vez salía de la lupuna, como siempre lo hacía, se ponía a jugar con los venados, huanganas, sajinos hasta cansarse y luego volvía a ingresar para  descansar entre los recovecos de la lupuna. Pero esta vez un cazador que había salido de noche se había perdido y temeroso de lo que le podía pasar se acercó a la lupuna e imploró que le ayudase. La lupuna nunca le respondió y el cazador se quedó dormido. En ese momento apareció el espíritu de la lupuna y comenzó a dar vueltas y más vueltas hasta formar como lianas en el cuerpo del joven cazador. Después como casi enredado y amordazado con las lianas, la princesa lo trasladó hacia la lupuna y desaparecieron.

En el pueblo se comentaba su desaparición: había sido tragado por una boa negra gigante, atrapado por el dueño de las aguas o engañado por algún espíritu malo del monte, pero nadie daba respuesta clara a su paradero. Entonces sus familiares salían en búsqueda por las mañanas y las noches pero no daban con su paradero. Muchos ya lo habían dado por muerto. Entonces un anciano que vivía alejado de la comunidad cerca de una purma dijo lo siguiente: El joven Antuco había sido llevado por el espíritu de la lupuna a un lugar inhóspito que solo él lo había visto en sus visiones.

Nadie le creía al anciano porque en el pueblo lo tenían como un loco. En consecuencia queriendo demostrar que no era así, salió solo en su búsqueda por la noche. Él caminó por trochas y matorrales y llegó a un lugar que era alumbrado por luna llena, donde había en el centro una gran lupuna. En ese momento imploró a las plantas y espíritus buenos para que pudiera ingresar a la lupuna. No se cansó de hacer muchas oraciones y la lupuna comenzó a abrirse y brillar lentamente  hasta que tragó al anciano.

Dentro era un mundo muy diferente donde los animales jugueteaban, boas con venados, paujiles con lagartos negros y paiches con los chinchelejos. Siguiendo el camino se pudo apreciar a la princesa de la lupuna sentada entre las ramas de un remocaspi acariciando a un bello mozo que se regocijaba de alegría. Cuando vio acercarse al anciano, el bello mozo se asustó y rápidamente se puso de pie y comenzó a correr sin un destino fijo. Entonces el anciano trató de agarrarlo y ambos llegaron a una puerta oscura desapareciendo.

La princesa lloró desconsoladamente y los dos hombre lograron escapar. Al día siguiente la comunidad que tenía como muerto al joven Antuco se sorprendió al saber que estaba vivo y que el anciano había sido su salvador.

El anciano contó la historia sobre la lupuna, los pobladores habían quedado muy sorprendidos. Entonces él les dijo que la lupuna tenía que ser tratada y cuidada muy bien porque si no los cazadores seguirían siendo atrapados por el espíritu de la lupuna.         

Desde aquel día la comunidad comenzó  a tener mucha consideración al anciano, a la lupuna y a todos los árboles que daban sombra y brindaban sus sabrosos frutos.





El curaca Tinaco de la tribu de los shipibos que vivía cerca al caserío Buena Vista en una de las cuencas del Amazonas, tuvo una noche un sueño muy extraño, en donde charapas y mata matas le anunciaban que en el caserío, en los aledaños y en las partes bajas vendría una gran creciente  producto de la acción  de inesperadas y torrenciales lluvias.

Estas tortugas de la selva le dijeron que huyese a las alturas, con su pueblo buscando los árboles más fuertes y altos para salvar a su comunidad

Al día siguiente despertó, pero no hizo caso a su sueño. Fue a su chacra con su personal como lo hacía  siempre. Y  entonces el cielo comenzó a nublarse hasta oscurecerse. Poco a poco las gotas comenzaron a caer del cielo hasta convertirse en una gran lluvia torrencial.

Todos comenzaron a desesperarse porque veían que sus casas que estaban cerca de la orilla del río eran arrastradas por la furia de la naturaleza. Los árboles caían sobre techo de irapay de algunas casas. Algunos pobladores quedaban aplastados por la caída de los árboles.

En esas circunstancias todo quedó casi oscuro y un fuerte rayo impactó sobre la tierra y la partió en dos, de donde brotaron chorros de aguas oscuras. La tierra comenzó a temblar y de lo profundo apareció una fiera: la gran boa negra, de aproximadamente unos setenta metros, con ojos penetrantes como imanes y una piel escamosa que resplandecía en esa gran oscuridad.

La boa negra miraba penetrantemente al curaca como reclamándole el por qué no había anunciado a su pueblo de la gran lluvia torrencial que se avecinaba. Y como reprendiéndole de su olvido serpenteaba fuertemente tumbando más árboles y casas. Observando esto el curaca, quien sabía como hacer pactos con la naturaleza habló en su lengua y pidió perdón a la gran fiera y que se más benévolo con su pueblo. La boa negra abrió sus fauces y expulsó un líquido verdoso sobre el suelo y comenzó a serpentear por todo el pueblo hasta dejarlo desolado y desaparecer en las profundidades del monte.

Lentamente el cielo comenzó a clarear y se podía notar la magnitud de la desgracia que había sucedido en Buena Vista. Las casas estaban destrozadas, las lupunas, las caobas, los cedros y las mohenas tumbadas, el suelo estaba fangoso, y muchos de los pobladores habían desaparecido, arrastrados por el aguas del río. El curaca Tinaco uno de los sobrevivientes miraba con mucha tristeza a su alrededor, pero luego divisó que todo el suelo estaba empapado por un líquido viscoso y verdoso. Sobre ese líquido comenzaron a brotar plantas y árboles con sus frutos que crecieron rápidamente. Todo era extraordinario y sobre todo increíble. Los demás comenzaron a llorar de alegría por el milagro que estaba sucediendo

El curaca llamó a su pueblo y contó sobre el sueño que había tenido la otra vez. Pidió perdón a su pueblo por lo que había sucedido ya que unas tortugas le habían anunciado de esta gran desgracia pero el hizo caso omiso de la advertencia. Entonces vino la gran lluvia torrencial y luego esa gran boa negra que expulsó ese líquido verde. Pero hoy todo ha cambiado y esa gran fiera nos dejó gran aviso que debemos creer en los presagios y tenerlos en cuenta ante cualquier desgracia.

Ese líquido verdoso hizo que el pueblo volviera a creer en la naturaleza, a cuidarla y protegerla. Desde aquel día el curaca y la comunidad tenían un gran respeto a la naturaleza, a los reptiles y sobre todo a esa gran boa negra, de la que nunca se olvidarán que fue el inicio de una nueva forma de vida en ese bellísimo lugar llamado Buena Vista.

       



Esta es la historia de Mañuco, un joven biólogo cuyo trabajo era visitar las comunidades a lo largo y ancho del río Curaray, a fin de brindar asistencia en proyectos de acuicultura con los habitantes de esos alejados caseríos.

Cuando él trabajaba era común que utilizara un bote con su peque peque dirigido por un amigo que había conocido en sus largas travesías por el río. Este era un nativo, muy conocedor de los ríos por lo tanto un buen navegante en esas aguas del caudaloso río Curaray.

En uno de sus viajes, el biólogo con su fiel amigo recorrían aguas torrentosas y la embarcación en la que cruzaban el río fue golpeada por un tronco podrido e hizo que la embarcación se volteara y que los ocupantes perdieran el equilibrio por el fuerte impacto. El nativo cayó al agua pero pudo sostenerse en unas ramas que estaban en el río. El biólogo no tuvo la misma suerte porque cayó al agua y fue rápidamente arrastrado por las turbias corrientes del gran río.

Por un momento vio como la embarcación se alejaba de su alcance, su esfuerzo de nadar contra la corriente era en vano y su instinto por querer salvar su vida hizo que enfrentase la dura dificultad de seguir manoteando para no ser arrastrado por la corriente.

Mañuco era un excelente nadador, porque él había nacido en un pueblito cercano al Nanay y conocía a lo que se estaba enfrentándose por ello pudo sortear –en un principio- las olas desiguales y las muyunas que salían a su paso. Su única esperanza era de salir nadando hacia la ribera más cercana empujado por la corriente. Para su mala suerte un pedazo de tronco –a modo de proyectil- golpeó su cabeza y perdió la consciencia, mientras ello ocurría vio que la luz de la superficie lentamente desaparecía y la oscura profundidad del río comenzaba a envolverlo. Su vida entera pasó por su mente en segundos, estaba al borde de la muerte.

Para su suerte –justo antes de antes de morir- fue salvado por un bufeo que lo condujo hacia la ribera más próxima, cuando Marco se repuso se percató que se encontraba semidesnudo acompañado de una linda mujer desnuda de largos cabellos de color azabache y aroma atrayente. La belleza y encanto de esta joven mujer lo sedujo por completo e hizo que borrara toda memoria anterior. Marco no recordaba nada, en su mente todo era mágico, con luces de colores, bosques maravillosos y animales fantásticos. La mujer delfín lo condujo a las profundidades de su reino, en donde habitaba una pequeña colonia de bufeos, la gente de este lugar no hablaba, no tenían necesidad de hacerlo pues se comunicaban telepáticamente. Marco era el nuevo integrante y había sido aceptado por todos. Aprendió muy rápido las artes del delfín rosado, se transformaba en delfín o humano y jugaba con su singular compañera de la cual se sentía perdidamente enamorado.

En una noche de luna blanca Marco tuvo un inusual sueño, pues vio que la profundidad del río lo devoraba y tragaba agua hasta ahogarse, despertó y huyó despavorido del bosque encantado, su aterrador sueño había hecho que recobrase la memoria y una vez consciente solo pensaba en huir. En su travesía por pantanos, quebradas y ríos caudalosos fue consciente de las ventajas de ser delfin, su agilidad y rapidez era a prueba de toda dificultad, esta vez el gran río marrón no era caudaloso ni turbio para él, ya que podía nadar velozmente y saltar por sus aguas y hasta tenía una especie de radar para distinguir –en aguas profundas- todo a su paso. Antes de abandonar la selva y retornar a la civilización de hombres se detuvo por un momento recordando a su compañera delfín, a quién comenzaba a extrañar. Era el momento de tomar la decisión de su vida. Su mente le impulsaba a avanzar, pero su corazón le impedía hacerlo. Cuando Marco decidió regresar por ella, es decir al mundo del bufeo rosado, ya no pudo convertirse en delfín, era solo humano. El hecho de cruzar el gran río marrón había sido un viaje sin retorno a su naturaleza humana, por más que intentó nadar desde la orilla todo era en vano.

Cuando regresó a la ciudad –para todo el mundo era una gran noticia encontrarlo con vida- sus familiares y amigos hicieron una gran fiesta en su honor. A pesar de la alegría de los presentes, Marco no podía ocultar su tristeza y nostalgia por la mujer delfín que lo salvó de una muerte segura. En aquella noche de luna llena, cuando todos bailaban, bebían o reían, Marco observó que una hermosa mujer de vestido rosado ingresaba a la fiesta con otras amigas, fue inmediatamente a su encuentro, no la conocía pero increíblemente tenía un parecido a su mujer delfín, con cabellos de color azabache y un atrayente aroma. El flechazo fue inmediato, cuando se saludaron con un beso en la mejilla ella le dijo al oído: “tu amor me ha llamado”. Marco no la dejaría jamás, ella sería en adelante su único destino.


Espíritu malo



Una noche, don Regalado antiguo dicharachero y contador de cuentos de las más asombrosas y mil  aventuras que haya pasado se dirigió a un velorio de las afueras de un pueblito que estaba cerca de la quebrada Yarapa, un lugar que se caracterizaba en que la mayoría de sus pobladores eran brujos que se habían enfrentado con los espíritus del agua y de la tierra y todo que se les oponían en su camino, ellos siempre habían salido victoriosos.

Después de atravesar oscuras trochas y caminos débilmente iluminados  por la luna  llena, iba mapacheando para espantar a algún tunchi si es que se le acercara. Porque era inevitable por algunos de estos lugares recónditos que por la pobreza no tenían aún luz eléctrica.

Don Regalado llegó a la casa de los deudos, tomó asiento y, entre café cargado y traguitos cortos iba contando sus anécdotas y ocurrencias, chistes de velorios y de todos los colores como se estila en tales ocasiones. Así fue pasando el tiempo y acercándose ya la media noche.

Ah, caray ya es tarde, yo mejor me voy regresando dice don Regalado a un nuevo amigo que había conocido en el velorio. Pero el otro le contesta ya muy casha-casha advirtiéndole que no se vaya por ese naranjal tremendo y  oscuro, donde ahí anda el espíritu malo. Eso no importó a don Regalado, envalentándose de repente a causa del trago -acaso yo le tengo miedo a ese sinvergüenza- y moviendo teatralmente los brazos se alejó por el lugar que le habían prohibido ante las miradas inquietas de la gente. Iba cruzando el naranjal cuando escucha, un silbido: “fin, fiiiiin, fiiiiiiiiiiiin”  y don Pedro echa a correr y el espíritu le persigue silbando cada vez más fuerte intentando robarle su alma

Don Regalado, muy atrevido enfrenta al espíritu y en voz alta le dijo: ajá, tú eres el que me quiere robar, ya te he  dicho que  tú no eres nada y no te tengo miedo por eso te voy a amarrar. Así que don Regalado comenzó a perseguir al espíritu y éste molesto le dio un soplo. Al día siguiente se sabía en el pueblo que un foráneo había muerto en el naranjal a causa de una gran mancharis. Ese era Regalado que por atrevido y por no saber hacer caso había sido perseguido por el mal espíritu que había robado su alma.

Entonces los pobladores decidieron cobrar  venganza y pasaron la noche por varios días intentando atrapar a ese mal espíritu que ya desde tiempos anteriores había matado a varias personas.

El jefe del pueblo había dicho que hay que llamar al brujo más antiguo del pueblo para que con sus poderes se enfrente a ese espíritu y lo aleje o lo encierre en algún árbol para toda su vida. Así lo hicieron y vino don Atanasio, conocido como el guerrero del agua. Comenzó haciendo oraciones e invocando a los espíritus de las plantas para que lo ayudaran. Hecho eso entre la oscuridad del naranjal se apareció un espectro muy grande, que iba gritando por todas parte hasta que por fin se hundió por las aguas de la quebrada.

En honor a este hecho el naranjal quedó con el nombre de Regalado. Y después de esto los niños ya podían jugar sin temor a nada y los cazadores o algún otro poblador podían pasar por la noche  sin ningún problema

Pero de todas maneras muchas personas no se atrevían pasar por ese lugar porque según decían estaba embrujado y que había sido invadido por lo brujos del pueblo que se ponían a hacer sus invocaciones para retar a algún mal espíritu que se les aparecía en su camino.
Hoy en día el naranjal tiene forma de purma porque ya nadie va por  ese camino y solo los atrevidos como don Regalado lo hacen.


ALBERTO ACOSTA PRADA

3 comentarios:

  1. CUENTOS REGIONALES VARIADOS DE LA SELVA PERUANA DE ALBERTO ACOSTA PRADA, QUE OFRECE LA COSMOVISIÓN AMAZÓNICA A TRAVÉS DE LA LITERATURA

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  2. Amigo, muy interesante las historias q cuentas. Se nota el conocimiento q tenias por conociento previo de esos lugares. Ademas q trabajaste por la zona rural. Realmente eso enriquece a conocer mas otras culturas de las distintas zonas. Felicitaciones. JOHANNA SUZETH TORRES ORELLANA.

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  3. Lindas las historias de las selva peruana....sigue publicando mas historias :)

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